Día del Libro del 2015: Kafka y Castelao


Hoy es el Dïa del Libro, y dos dejo un fragmentos de dos de mis obras favoritas, "La metamorfosis" de Kafka, uno de los libros que más veces he leído, cada vez que lo leo le encuentro un nuevo matiz, un nuevo significado, y , por otro lado, un fragmento de la obra "Un ollo de vidrio" de Castelao, un clásico de la literatura gallega con un encanto especial. Ahí os los dejo, ¿con cúal os quedáis?



FRAGMENTO DE "UN OLLO DE VIDRIO" DE CASTELAO.


Eu nascín, medrei e fíxenme home, e un bo día enfermóuseme un ollo. Fun aos médicos e lambéronme unha manchada de cartos e no remate de contas o ollo sandar sandou, pero quedoume grolo. Por aquel tempo tiña un galo tan amante que viña comer na miña man. Chamáballe Tenorio.
Un día estaba eu agachado cos graos de millo na cunca das maus, veuse cara min, paseniñamente, tripando a terra con aquel de señorón fidalgo. Plántase diante de min, ergue o pescozo pra fitar de perto, cicais bulronamente, aquel meu malfadado ollo grolo e, cavilando que sería cousa de manxar, axeitoume un peteirazo tan ben dirixido que me deixou torto. Agora si, os médicos, dispois de lamberme outra manchada de cartos, puxéronme un ollo de vidro, tan ben imitado que bulía e todo
A cantas mulleres engaiolei chiscándolles o ollo de vidro. . . !

Morrín entre cobertores como morren a cotío os bos homes, e ben afeitado e ben peiteado e co meu traxe dos días de festa -que por certo levoumo o enterrador ó día seguinte de enterrarme- fun pra debaixo dos terróns sen que ninguén se lembrase de quitarme o ollo de vidro. Deitado na miña caixa de pino repousei moitísimos días, tantos que perdín a conta. Apodrecín axiña e aos poucos días de enterrado escomenzaron os vermes a facerme cóchegas.
Cómpre decir que eiquí non está permitido presentarse en sociedade con farrapos de carne fedenta apegados nos ósos, pois os esqueletes, que non ven nin comen, ulen tan ben coma os vivos; así foi que namentres os vermes non manxaron a pouca freba que trouxen, non puden erguerme.
Foi unha noite de luar cando saín da cova por primeira vez. Traballiño custoume desentolle-las pernas e cando me erguín e botei a miña cachola fóra da terra, fiquei pasmado. . . Aquel ollo de vidro que de nada me servira na vida sírveme agora pra mirar.
Tolo de contento quitei o ollo, dinlle catro bicos e volvino a pór no seu sitio. Dun pulo brinquei da cova e fun cara o rueiro dos esqueletes.
Os esqueletes son tan parvos como as persoas. Abonda decir que non pensan máis que en beilar.


 FRAGMENTO DE "LA METAMORFOSIS" DE KAFKA

"Mantenía la cabeza inclinada, como si quisiera ver mejor a Gregorio, pero, en contradicción con ello, retrocedió atropelladamente; había olvidado que detrás de ella estaba la mesa puesta; cuando hubo llegado a ella, se sentó encima precipitadamente, como fuera de sí, y no pareció notar que, junto a ella, el café de la cafetera volcada caía a chorros sobre la alfombra. 

-¡Madre, madre! -dijo Gregorio en voz baja, y miró hacia ella. Por un momento había olvidado completamente al apoderado; por el contrario, no pudo evitar, a la vista del café que se derramaba, abrir y cerrar varias veces sus mandíbulas al vacío.

Al verlo la madre gritó nuevamente, huyó de la mesa y cayó en los brazos del padre, que corría a su encuentro. Pero Gregorio no tenía ahora tiempo para sus padres. El apoderado se encontraba ya en la escalera; con la barbilla sobre la barandilla miró de nuevo por última vez. Gregorio tomó impulso para alcanzarle con la mayor seguridad posible. El apoderado debió adivinar algo, porque saltó de una vez varios escalones y desapareció; pero lanzó aún un «¡Uh!», que se oyó en toda la escalera. Lamentablemente esta huida del apoderado pareció desconcertar del todo al padre, que hasta ahora había estado relativamente sereno, pues en lugar de perseguir él mismo al apoderado o, al menos, no obstaculizar a Gregorio en su persecución, agarró con la mano derecha el bastón del apoderado, que aquél había dejado sobre la silla junto con el sombrero y el gabán; tomó con la mano izquierda un gran periódico que había sobre la mesa y, dando patadas en el suelo, comenzó a hacer retroceder a Gregorio a su habitación blandiendo el bastón y el periódico. De nada sirvieron los ruegos de Gregorio, tampoco fueron entendidos, y por mucho que girase humildemente la cabeza, el padre pataleaba aún con más fuerza. Al otro lado, la madre había abierto de par en par una ventana, a pesar del tiempo frío, e inclinada hacia fuera se cubría el rostro con las manos.

Entre la calle y la escalera se estableció una fuerte corriente de aire, las cortinas de las ventanas volaban, se agitaban los periódicos de encima de la mesa, las hojas sueltas revoloteaban por el suelo. El padre le acosaba implacablemente y daba silbidos como un loco. Pero Gregorio todavía no tenía mucha práctica en andar hacia atrás, andaba realmente muy despacio. Si Gregorio se hubiese podido dar la vuelta, enseguida hubiese estado en su habitación, pero tenía miedo de impacientar al padre con su lentitud al darse la vuelta, y a cada instante le amenazaba el golpe mortal del bastón en la espalda o la cabeza. Finalmente, no le quedó a Gregorio otra solución, pues advirtió con angustia que andando hacia atrás ni siquiera era capaz de mantener la dirección, y así, mirando con temor constantemente a su padre de reojo, comenzó a darse la vuelta con la mayor rapidez posible, pero, en realidad, con una gran lentitud. Quizá advirtió el padre su buena voluntad, porque no sólo no le obstaculizó en su empeño, sino que, con la punta de su bastón, le dirigía de vez en cuando, desde lejos, en su movimiento giratorio. ¡Si no hubiese sido por ese insoportable silbar del padre! Por su culpa Gregorio perdía la cabeza por completo.

Comentarios

  1. Me gustan los dos fragmentos, tendré que leer los libros para decidirme!!

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    1. Pues veeenga, no lo dudes, hoy es el día del libro, seguro que en alguna Feria bonita de por donde tu vives encontrarás alguno de ellos, o los dos¡¡ Un saludo y gracias por venir

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